martes, 16 de marzo de 2010

064 - Alcoholismo y Juventud... ¿Divino Tesoro?

(Publicado en la revista de cultura y política La Tecl@ Eñe - Nro. 39 correspondiente a marzo-abril de 2010 y en Centro de Estudios Sociales Argentino con fecha 26/3/2010)

ALCOHOLISMO Y JUVENTUD… ¿DIVINO TESORO?

He recibido una nueva invitación del director periodístico de La Tecl@ Eñe, consultándome esta vez acerca del elevado consumo de alcohol entre los adolescentes, como así también sobre el aturdimiento que el fenómeno del alcoholismo provoca en nuestra juventud. Me cuenta el Lic. Conrado Yasenza que suele encontrarse con jóvenes escuchando música a volúmenes increíbles y totalmente alcoholizados, entendiendo él que buscan desconectarse en bailes donde no se baila y que consumen bebidas alcohólicas solamente como un modo de evasión. Me pide si le puedo aportar algunas ideas al respecto, por lo que a continuación va este intento de abordaje de una problemática multicausal con aristas sumamente variadas y complejas. Digo, para comenzar, que hoy en día es considerable el aumento de la cantidad de bebidas ingeridas y el de su graduación alcohólica, tal como se desprende de las numerosas encuestas existentes en esta materia.

El mundo adolescente está destinado en gran parte al consumo de bebidas alcohólicas, siendo la edad media de inicio entre los 13 y 14 años tanto en los varones como en las mujeres. Las últimas estadísticas arrojaron que el setenta y cinco por ciento (75%) de los bonaerenses comienzan a consumir bebidas alcohólicas antes de los 18 años de edad. Además, ha dejado de ser algo exclusivo y propio del sexo masculino, pues hoy son muchas las mujeres que se han sumado a esta puntual costumbre. Lo que este problema plantea es que el joven suele encontrar en la ingesta de alcohol una vía de escape a sus problemas irresueltos, la mayoría de ellos con base en la falta de amor, protección y cuidado de su entorno. Tal orfandad afectiva hace que el adolescente se sienta cada vez más solo, librado a su propia suerte y procurando sepultar la angustia y el desamparo que esas carencias le ocasionan. El chico que toma alcohol termina haciéndose esclavo de sí mismo.

Muchas veces estamos ante verdaderos ritos de iniciación, como un modo de inscribir en lo simbólico el pasaje de la niñez al mundo de los adultos. Los jóvenes piensan que con el alcohol pueden potenciarse, sirviéndoles para cambiar su estado de ánimo. Superan la timidez, se ponen más eufóricos y alegres. La ingesta de bebidas alcohólicas es desinhibidora y facilitadora para vincularse y, toda vez que es una droga socialmente aceptada, sólo ven aquellos aspectos que consideran positivos. Nada quieren saber acerca de que un ochenta por ciento (80%) de las muertes registradas entre los adolescentes se deben a causas violentas y, dentro de ellas, las relacionadas con el alcohol y las drogas ocupan un lugar destacado. Se sabe que la adolescencia es una etapa particularmente vulnerable. El abuso en la consumición de bebidas alcohólicas termina siendo con frecuencia la puerta de entrada que conduce a los chicos hacia la adicción de otras drogas, más dañinas para su salud.

Otro dato de la realidad es que dicha ingesta es mayor cuando los adolescentes están en grupo, sobre todo en las fiestas y en lo que ellos han dado en denominar la “previa”. En ese encuentro habitual antes de ir al boliche toman bebidas alcohólicas en cantidad, muchas veces mezcladas con energizantes. Pareciera que los jóvenes creen que se es grande por tomar alcohol. Lo que en verdad ocurre es que necesitan reducir el monto de angustia que los habita, siendo el alcohol una especie de quitapenas que les permite esquivar los límites que la realidad impone y acceder así a un mundo que ofrecería condiciones más placenteras. Sin la cerveza y la sidra suponen que el fuego de la adolescencia no se enciende aunque, paradojalmente, lo cierto es que el alcohol y la tumescencia no se llevan del todo bien y son claramente incompatibles. No obstante ello, ir abstemio a las salidas nocturnas sería hoy algo contrario a los códigos y a las normas del entorno juvenil.

Y ya que hablamos de normas, el alcoholismo en la adolescencia es una cuestión relacionada con la anomia o ausencia de normas. Los chicos avanzan en el consumo de bebidas alcohólicas debido a sus carencias, a sus soledades, a la falta de valores y de certezas. Mucho tiene que ver la fuerte ausencia de modelos que en la actualidad vemos tanto en las familias como en las escuelas, ambas instituciones socializadoras por naturaleza. Hay una crisis de autoridad en las funciones paterna, materna y docente de las cuales devienen situaciones de rebeldía y de conflicto. Rige hoy un estado confusional de pérdida de parámetros esenciales, traducido en un fenómeno de incertidumbre que profundiza todo consumismo en la juventud. A esto podemos sumar el bombardeo constante, desde los grandes medios de comunicación, que publicita una vida por demás exitosa que se puede lograr con una botella en una mano y una hermosa mujercita blonda en la otra.

Es importante abrir espacios de reflexión donde pensar, sentir y hacer algo que permita combatir este fenómeno, pues no existe una suficiente conciencia social ni se vislumbran planificaciones estratégicas. Es más, entiendo que la embriaguez temprana es funcional al mercado y a la sociedad consumista le viene de perillas las intoxicaciones alcohólicas adolescentes. Que siga el “como sí” del deseo y que aumente la adrenalina en los jóvenes. Que el alcohol continúe siendo un boleto de ida en procura de sortear los rasgos paradojales de un superyó de época que ordena gozar a toda costa, a cualquier precio. Si bien el alcohol no es lo mismo que el trastorno del alcoholismo, el peligro es que esa primera ritualidad oral que dice presente con el alcohol se repita compulsivamente y se inscriba en la subjetividad de nuestros pibes, convirtiéndose en adicción. Ad-dictum es el que se halla en disponibilidad para recibir mandatos y obedecerlos acríticamente.

En consecuencia, debemos ayudar a los adolescentes a conquistar su pubertad, que puedan elaborar los duelos que inevitablemente implica el crecimiento como sujetos bio-psico-sociales y espirituales. Hoy la tendencia consumista ataca a todos, a los que tienen más y a los que nada tienen. Habremos de diseñar programas de educación que actúen principalmente en la preadolescencia, incidiendo en la relevancia de la familia y de la escuela como medios de formación y de información, mejorando el diálogo y los vínculos, transmitiendo valores que puedan ofrecer a los jóvenes un modelo de vida más saludable. Semejante responsabilidad tiene que ser compartida por todos, tanto por el Estado como por la familia y por la comunidad en general. El objetivo no será otro que el de derrotar ese falso enlace de la intoxicación con el goce de lo prohibido, para que la adolescencia y la juventud vuelvan a ser un divino tesoro… ¡y no se vayan con el alcohol para no volver!

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com

jueves, 4 de marzo de 2010

063 - En el Abuso Sexual Infantil... ¿De Eso No Se Habla?

(Publicado en la sección "Psicoanálisis y Ley" del portal El Sigma.com con fecha 22/2/2010)

EN EL ABUSO SEXUAL INFANTIL… ¿DE ESO NO SE HABLA?

Tal fue el título de mi disertación en las V Jornadas de Psicoanálisis y Comunidad — Abuso Sexual Infantil: Diagnóstico y Tratamiento, organizadas por la Fundación San Javier para el Desarrollo Integral de Niños y Jóvenes, que tuvieron lugar el 14 de noviembre de 2009 en el salón de actos del Instituto Divino Corazón de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. A continuación haré un detalle de lo que expuse en dicho evento, señalando en primer lugar que el 19 de noviembre de cada año fue instituido como el Día Nacional para la Prevención del Abuso contra Niños, Niñas y Adolescentes (art. 1º de la Ley 26.316). Agradezco una vez más la invitación que me hiciera el comité organizador de las jornadas, integrado por los licenciados Alberto Díaz, Macarena Cao Gené, Diego Mc Guire y Alejandro Poy.

En el tratamiento del fenómeno del Abuso Sexual Infantil (ASI) es frecuente toparse con muchos de eso no se habla, expresados en forma de secretos, ocultamientos, callamientos, hacer borrón y cuenta nueva, aquí no pasó nada, no te metas, etc. Intentaré articular un poco del mundo “psi” con algo del ámbito de lo jurídico, para así abordar algunos de estos aspectos de lo siniestro cuyas condiciones son siempre la soledad, la oscuridad y el silencio vinculados a la angustia traumática que padece el menor agredido en su sexualidad. Si partimos de considerar la historia oficial de la infancia, se advierte que no hay datos ni estadísticas sobre el ASI, por lo que habría que investigar más a fondo acerca de cómo sucedió el pasaje del “niño-objeto de pertenencia” al “niño-sujeto activo de derechos”.

Lo antedicho se conoce como el tránsito de la doctrina de la situación irregular a la doctrina de la protección integral de niños, niñas y adolescentes. Nótese que entre 1858 y 1869 Ambroise Tardieu, un catedrático de la medicina forense en París, develó más de nueve mil casos de acusaciones por violaciones de niñas entre 4 y 12 años de edad. Pese a la gravedad de tales hallazgos, ellos fueron recibidos con absoluta indiferencia por parte de sus pares médicos y desatendidos por aquella sociedad de mediados del siglo XIX. Otro ejemplo ilustrativo es el caso de una niña de nueve años de edad, víctima de malos tratos por parte de sus padres. Un tribunal de Nueva York debió fundamentar su fallo condenatorio basado en las normas protectoras de los animales, pues no existían leyes contra el maltrato infantil.

En el ASI intrafamiliar o incestuoso, de eso no habla el menor abusado ni el pariente abusador y tampoco el grupo familiar. Normalmente el victimario es el padre, el abuelo, el padrastro, el concubino de la madre, el cuidador o el tutor del niño o joven agredido. Y es por demás evidente que un abuso sexual sistemático —como el del chacal de Mendoza, que apareció en todos los medios de comunicación hace meses atrás— sólo es posible si hay una madre que no cumple su función materna y mira para otro lado. De modo similar, para que ocurra lo que se conoce como estrago materno tiene que haber un padre que no ejerce su función específica. Cuando hablo de funciones materna y paterna me refiero a esas a las que hemos sido llamados a asumir y que en modo alguno son ni optativas ni biológicas.

Se advierte, además, que junto al de eso no se habla dentro del seno familiar existe un trasfondo que hace a lo espantoso, siendo la resultante de esos padres que se reparten tamañas disfunciones un verdadero balazo en el aparato psíquico de los chicos ultrajados, tal como suele decirse en el mundo del psicoanálisis. Abusar es estragar, asolar, devastar al menor en su integridad psicofísica. Progenitores abusivos son también aquellos que les hacen pagar a sus hijos el sacrificio que hicieron por ellos. Junto a la papilla asfixiante que les proveen logran provocar así un verdadero arrasamiento que borra las diferencias y, por ende, impide toda posibilidad de subjetivación. Suele hacerse referencia a la boca cocodrilera de esa madre patológica que se “traga” a su hija o que “se lleva puesto” a su hijo.

Otros de eso no se habla se presentan en algunas instituciones educativas, judiciales y policiales en las cuales rige aún una ética autoritaria y disciplinar en vez de una ética humanista. Muchas veces la desconsideración y el destrato son de tal magnitud, que las víctimas involucradas en la sospecha de un abuso sexual infantil terminan arrepentidas de haber expuesto su caso. Debe tenerse muy presente que en el tema que nos ocupa el objetivo primario y esencial es siempre la protección integral de niños y jóvenes; siendo un objetivo ulterior el esclarecimiento de los hechos y la eventual condena de los responsables. Se trata ni más ni menos que de honrar la infancia, en los términos de la Ley 26.061 que considera a las niñas, niños y adolescentes como sujetos activos y plenos de derechos.

Por su lado, el secreto profesional también está íntimamente vinculado con los de eso no se habla, aunque tal obligación pierde su vigencia en las situaciones de ASI. Pues aquí rige el deber de denunciar tanto para los padres como para los tutores, guardadores y todo aquel protector del menor damnificado. El art. 2º de la Ley 24.417 de Protección contra la Violencia Familiar dispone que tales hechos deben ser denunciados por los servicios asistenciales, sociales y educativos, sean públicos o privados, por los profesionales de la salud y por todo funcionario público en razón de su labor. Es decir, ningún psicólogo, médico, educador, abogado, trabajador social, etc. puede válidamente ampararse en el secreto profesional para no denunciar estos delitos aberrantes cometidos contra niños y adolescentes.

Cabe destacar que la omisión de denunciar cualquier caso de abuso sexual infantil constituye un acto de mala praxis, por cuanto existiría negligencia, inobservancia e impericia de los deberes del profesional obligado por ley. La víctima del perjuicio sufrido puede pretender la respectiva reparación invocando la responsabilidad dispuesta por nuestro Código Civil. El art. 1074 de dicho cuerpo legal establece que toda persona que por cualquier omisión hubiese ocasionado un perjuicio a otro, será responsable cuando una disposición de la ley le impusiere la obligación de cumplir el hecho omitido. En términos de ASI deben tenerse en cuenta los compromisos éticos de nuestra tarea, pues es sabido que ampararse en el secreto profesional sólo protege al adulto abusador y victimario.

Para concluir, a los fines de poder ir superando todos los de eso no se habla que aún reinan en nuestra sociedad del siglo XXI, es muy importante formar una verdadera red de sensibilización y un movimiento de visibilización de la problemática del ASI. El trabajo en equipos interdisciplinarios ayuda —y mucho— a evitar la habitual quema de agentes sociales o síndrome de “burnout”, como así también el consecuente abandono de la tarea por parte de los profesionales que intervienen en esta delicada actividad. La técnica de los grupos operativos creada por Enrique Pichon-Rivière, sumada al desarrollo de un proyecto sostenido que tienda a la modificación de esta aberrante realidad nos podrá conducir a derribar el aludido muro del silencio. Se logrará, de tal modo, que de esto sí sigamos hablando… y haciendo.

RONALDO WRIGHT
www.ronaldowright.com